Postración

Another blog about nothing and everything all at once..

viernes, septiembre 03, 2004

 

Carlos en la vacuidad y levedad del ser insoportable

“All things must pass”

George Harrison.








Hay cosas que nunca cambian y existen personas, que más bien, son como cosas que nunca cambian. Carlos es una de estas cosas. A veces durante la vida aparecen situaciones que para algunas personas resultan insuperables y por lo tanto nunca les hacen frente, simplemente se quedan estancados ahí, perdidos y sin rumbo, como un niño pequeño que entra al cine a media función y se encuentra desorientado, sin saber qué es lo que está pasando. En algunos de estos casos, generalmente los más patéticos, esas situaciones alcanzan tal magnitud que llegan al grado de básicamente convertirse en sus vidas, y uno al ver esto honestamente no puede evitar encontrarlo hilarante, en una escala muy por encima a la comicidad de la rutina diaria. Tal es el caso de mi amigo Carlos, y me sorprende que al referirme a él usé la palabra amigo, en verdad me resulta increíble y hasta descabellado, pero, supongo que por alguna extraña razón lo hago.





Actualmente, cuando pienso en Carlos o lo recuerdo, no puedo visualizar nada más que un bulto estático, atrapado entre delirios de grandeza, auto-degradación y quién sabe que tanta porquería más, acaparando oxígeno mientras pone sus deseos en una mano y mierda en la otra, esperando a ver cuál se llena primero. No continuaré con la descripción de mi actual visualización de Carlos, ya que seguramente creerían que estoy exagerando o que le guardo algún tipo de odio o rencor, y en este caso no es así.





Nunca más he conocido otra persona que se someta a tanta humillación como lo hacía diariamente Carlos. Hubo momentos en los que llegué a notar que cuando los insultos provenientes del exterior no eran lo suficientemente degradantes, él mismo hacía sus mayores esfuerzos, mucho más grandes de los que llegaba aplicar a cualquier otra tarea, con el fin de provocarse aún más humillaciones, lográndolo siempre con una destreza inaudita, que dejaría a cualquiera con la boca abierta. Sin embargo, lo que aún no logro comprender y me deja completamente estupefacto, es el hecho de que él ni siquiera disfrutaba de la degradación. El suyo no parece ser un simple caso de masoquismo, estoy seguro de ello.





Pero finalmente supongo que lo más triste de Carlos eran aquellas ocasiones en que verdaderamente intentaba dejar atrás el papel de idiota del pueblo que ha estigmatizado su existencia desde que tengo memoria, y cada vez terminaba fracasando de la manera más trágica posible. Hoy me resulta lógico y fácil creer ciegamente que aún sigue así y que así seguirá.





Hay personas que aunque parezca cruel, sencillamente están destinadas para vivir y morir de esta manera. Son muchos los que viven aquí entre nosotros, arrumbados por ahí, empolvándose como cualquier otra cosa ordinaria.









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