Postración

Another blog about nothing and everything all at once..

martes, agosto 31, 2004

 

¿Sueñan los mexicalenses con ovejas eléctricas?






Sin utopías ningún joven puede vivir en una realidad horrible
Ernesto Sabato





La pregunta se torna enigma arduo de descifrar: ¿qué haría de Mexicali un lugar más habitable? La razón se nubla ante la ausencia de una respuesta que sea, a la vez, viable, sensata y realista. Desentrañar esta cuestión se antoja una empresa equiparable a la búsqueda del cáliz sagrado. En verdad, ¿qué hace falta en esta ciudad, qué podría hacer de la vida aquí un hecho placentero?



El clima es el factor determinante en este dilema. Como se sabe, en tiempo de verano la temperatura promedio en Mexicali ronda los 45 grados centígrados. Para ir al Oxxo de la esquina, es necesario recurrir al auto o simplemente no ir; nadie en sus cinco sentidos (o que quiera seguir en ellos) está dispuesto a aventurar sus pasos bajo la luz del sol y sobre el pavimento en llamas. Los altos costos de la energía eléctrica hacen que, desafortunadamente, la solución más deseable, sea la menos factible: la construcción de un sistema de refrigeración que englobe la ciudad entera, que nos libre incluso de esos días húmedos en los que se nos puede confundir con un obrero cualquiera por las manchas de sudor en la ropa.



A menos que todos los habitantes de Mexicali estemos dispuestos a reunir nuestros ahorros y comprar unos buenos gobernantes con intereses que vayan más allá de sus bolsillos -o de los del partido político en cuyo bolsillo estén - y que aporten una solución definitiva (como levantar la ciudad entera y llevarla hasta la costa o cualquier otro sitio menos inclemente), parecería que la única opción que nos queda es recurrir a la iniciativa privada.



Aunque a los empresarios lo que les importa es obtener ganancias y no el bien común, son ellos también los únicos que pueden financiar un proyecto que al menos se aproxime a una definición adecuada para todos. Salvo que uno propenda al masoquismo, el sitio ideal deberá estar, por supuesto, bajo techo, contar con excelente refrigeración, estacionamiento amplio y seguro -con una sección para los autos de la gente común y otra para los de la gente decente - y, lo que es más importante, deberá proveer una cantidad ilimitada del lubricante social que, a pesar de las divisiones de clase, hermana a toda esa caterva que tiene como actividad común y casi exclusiva tomar cerveza. Hasta aquí, excepto por la venta de cerveza, todo parece apuntar hacia una especie de “Plaza Cachanilla 3”, pero no, ésa no es la solución.



Queda la alternativa de una especie de Parque Utopía en donde a gente la conecten a simuladores de realidad virtual, con programas hipersofisticados que le permitan estar en otro lugar del mundo, haciendo todo tipo de cosas, disfrutando del clima de su agrado en la compañía de quienes desean, visitar los mejores los mejores museos, asistir a las presentaciones, eventos o conciertos más interesantes, hasta de artistas ya muertos, o que simplemente se pongan borrachos sin una sola gota de alcohol y sin poner en riesgo sus vidas ni las de otros, pero más importante la mía. Por unos instantes todo sería posible en esa mágica fábrica de sueños... Pero, ¿quién invertiría en un paraíso así para Mexicali, quién se atrevería a arrancarla de sus sueños campiranos para lanzarla al futuro? Quizás en otro lugar, en otro tiempo, en otra realidad; tal vez en otros cien años.



O tal vez la pregunta esté viciada de origen, ¿qué haría de Mexicali un lugar más habitable? Es como preguntarse si el infierno sería más encantador con vista al mar.









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