Postración

El sueño terminó la noche del ocho de diciembre de 1980, en la ciudad de Nueva York. La clase trabajadora se había quedado sin héroe a quien seguir; obviamente, los ‘80 serían un fiasco, sin cabida para sueños o fe alguna. La década de los ‘70 solamente había sido el umbral del portal hacia el vacío que aguardaba al otro lado de su decadencia y de la azotea.



Con la muerte de la morsa todos perdimos nuestros rostros que fueron remplazados por códigos de barras y la clasificación por función dentro de la línea de ensamblaje global. Y, en un futuro no muy lejano, todo rastro de nuestra identidad se diluiría en transferencias de datos dentro de los vacuos confines de las inmateriales entrañas del ciber-espacio, todos seriamos transformados en una especie siniestra de gente bonita. Come together, right now, casi en tiempo real, a través de tu modem de alta velocidad.



La muerte del liverpooliano anunciaba certeramente la desolación del porvenir. Los años de mi infancia fueron después de Lennon, en una realidad sombría y superficial, que engendraría monstruos a su imagen; en un mundo oscuro y frígido, entretejido por Saved by the bell, un Michael Jackson negro, películas de los dos Coreys (Haim y Feldman), The Smiths, punk, el new age, Stix y el Atari 2600. La televisión, el cine y los estantes de las tiendas estaban sobrecargados de productos inútiles que descaradamente apelaban a nuestra vanidad. Nada era sagrado. Nuestras cabezas eran saturadas rápidamente con autos veloces y sueños holográficos que jamás se harían realidad. Nada importa, sólo la imagen, sea real o virtual, da lo mismo; pero siempre recuerda, VISA, it’s everywhere you want to be. Comienza la Nueva Era, 01, somos los hijos de la máquina, I’m the operator with my pocket calculator, el hijo de la madre naturaleza se ha vuelto obsoleto (murió en un accidente automovilístico a mediados de los ‘60). El futuro es nuestro. Bienvenido a la máquina.



No sólo viví 1984, soy su niñez. Crecí y me críe en la pesadilla de Orwell, y no sólo eso, yo amo a Big Brother. Nunca aprendí a multiplicar, mi calculadora siempre lo ha hecho por mí; en la escuela sólo aprendí como hacer trampa, mentir y fingir; lo único que aprendí de mis padres fue a no confiar en los adultos, y en la calle, el cine, la televisión y los video juegos aprendí todo lo que soy o creo que soy.



Fue un ocho de diciembre el día en que el mundo vio salir del cascarón a Jim Morrison, que años más tarde se convertiría en rey. Y fue en la tarde de este mismo día, pero casi cuatro décadas después, cuando Mark Chapman con la intensión de conseguir un autógrafo, se acerco al “hombre de blanco”, quien cordialmente platicó con él y aceptó regalarle su firma, antes de seguir su camino. John Lennon murió la noche del ocho de diciembre de 1980; toda esperanza para el futuro, algún tiempo después. En octubre del 2003, salió a la venta el DVD que acompañaría al disco John Lennon, Legend, que fue lanzado algunos meses antes. Supongo que la lección es: nunca firmes autógrafos, el siguiente puede ser para el nuevo Mark Chapman; o quizá puede ser que el hecho de que lleves más de veinte años muerto, no significa que no puedas seguir haciendo dinero, pues, hoy en día hasta los muertos tienen que producir. Pero sinceramente, no tengo ni la menor idea de qué es lo que estoy escribiendo, sentado aquí en un jardín inglés, esperando que salga el sol...